Y con éste van siete dedos de ron y otros siete de limón.
Azúcar moreno en el borde altivo de un vaso afilado,
y una lágrima de empatía
que se escapa y se mezcla con el
suspiro
de realismo de esta noche tan larga,
de casi cien años.
Hielo picado con las muelas en el fondo de mi fondo.
Media sonrisa exprimida entre los dientes
y derramada lentamente
hasta el ácido escalofrío
de su última gota
acercándose
a esta
boca
que aguanta la respiración
por culpa
de esa hoja de hierbabuena
que te copia el olor.
2024: Aprender a volar en un mundo sombrío
Hace 1 mes