-¿Queréis algo, café, té, veneno? Ah, ok, para mí sola.

miércoles, 26 de junio de 2013

Fuimos maños

Conservo intacta una imagen de cuando estaba en primero. Aún no habían sido Pilares. Acababa de prepararme la cena. Mis dos compañeros de piso, tan a gusto, tumbados cada uno en un sofá, hablaban de que quizás tercero era el mejor curso para irse de Erasmus. Yo, encantada con la estampa, escuchaba desde el marco de la puerta, cuando, al pararme a pensarlo, me latió en la garganta el primer grito mudo de todos los que vendrían después: "Pero yo no quiero que esto acabe".

Han pasado cuatro años desde entonces. Ninguno nos fuimos de Erasmus, cambié de piso, cambié de compañeros, hasta yo misma soy otra. Pero no se me ha olvidado nunca. Y ahora, como en un suspiro, estoy licenciada. Un papel muy caro le promete al mundo que he aprendido mucho sobre música, sin perderse en mayores detalles que... en fin, a quién iban a interesarle. Bien. Para destinos dentro de la Península; veinte kilos: unos quince euros. Y ya está, eso es exactamente lo que cuesta vaciar mi cuarto, separar lo que me guardo de lo que tendré que dejar, y, con cuidado de no pensarlo demasiado, mandar todo este río de vuelta. Correcto. Qué me queda por decir. Tacho los días en mi torreón-cuarto. El dulce tambor de abrir y cerrar de cajas me acompaña, como un bolero. El viento en la ventana hace bailar las velas, y yo empiezo una canción triste sobre finales con perdices. ¿Y ahora qué? Os miro y todo va a cámara lenta. Lucía quería leer mis agradecimientos... yo no puedo despedirme. Me arrastro bajo esa irresistible tentación, la de agarrarme a un momento con las uñas y los dientes para que se quede conmigo, cinco minutos más... Ésto, fuera y dentro de las cajas, es lo último que queda de mí. Éstos, mis últimos pedazos. Cinco minutos más, sólo cinco minutos. Haré un altar de todos ellos.


Y será un homenaje a ti, nostálgico. Que haces las maletas sin creértelo, que te pellizcas mientras guardas entre algodón y seda una desgarradora lista de últimas veces. A ti... que memorizas cada rincón de tu cuarto, para poder cerrar los ojos y volver a él cuando te abrume tanto vacío, cuando fuera de sus paredes todo sean tormentas. Es un homenaje a ti, bohemio, que habitas el extrarradio pero vives el centro, que aguantas despierto noche tras noche por miedo a perderte la vida. A ti, loco, que atesoras rabia y pena, que olvidas consejos, pero sabes duplicarlos en una fotocopiadora... a ti, que libras batallas en el centro de tu pecho, que tantas oportunidades dejaste pasar por el terror de alcanzarlas. A ti, errante, que con el ir y venir aprendiste a soñar en los trenes, y casi casi a dormir... Esto es un homenaje para ti, idiota, que te enamoras porque el invierno es muy frío, que crees que ya lo has visto todo y buscas en el extranjero una respuesta. A ti, ángel, que tantísima suerte o tantísimo viento acabaron por traerte este año desde el norte a nuestro lado, a ti, ejemplo de todo, Persona. Esto es un homenaje para ti, amiga, que te dedicaste sin condiciones, que aceptaste lo inaceptable, que hiciste conmigo el trabajo peor pagado del mundo. A ti, compañero de piso, que te sabes todas mis caras, que te quedaste conmigo a pesar de mis lunes. Es un homenaje para ti, luchador, que crees que este país aún puede darle al mundo mucho más que paella, que sonríes al sol y a la sombra, que te sabes único responsable de lo que está por escribirse. Es un homenaje para ti, solitario, que eres tu mayor rompecabezas, que haces la compra en silencio, que ni el buzón sabe tu nombre. A ti, valiente, que amenazaste con dejarlo todo, con irte y no volver, que tantas veces deseaste que el mundo girara un poco más rápido y se olvidase de ti. Esto es un homenaje por seguir. Porque tu mayor mérito es haber sido hijo adoptivo. Por haberte aferrado hasta el final a esta ciudad a la que que hoy le dices adiós porque tiene todo lo que necesitas, pero nada de lo que deseas. Es un homenaje a ti, vida. Que te mata decir adiós. Que llorar te ha destrozado la voz, pero sigues cantando, porque sabes que, como con eso, así tienes que hacer con todo... continuar. Con la voz rota, pero con la piel de gallina.

A ti, que te quedas. Que tienes todo lo que yo voy a perder, y aún lloras por perdernos a nosotros. A mí... que me digo que estos años no me han cambiado, cuando hasta el cielo se ha vuelto de otro color. A vosotros, que os vais conmigo, pero que os vais sin mí. Espero tener toda la vida que me deje esta mala vida para devolver tantas sonrisas. Algo de nosotros se queda en esta ciudad ya para siempre, ayudando a este viento a seguir soplando.


Hasta siempre, Zaragoza.